El ligamento cruzado anterior (LCA) tiene un papel primordial en la estabilidad de la rodilla, por tanto, su rotura puede provocar daños en los meniscos y en el cartílago, sobre todo en pacientes que realizan deporte o trabajos con alta demanda funcional a la rodilla.
El diagnóstico de la rotura del LCA se realiza principalmente mediante la historia clínica y la exploración física, las pruebas de imagen como radiografías y resonancias magnéticas sirven para confirmar el diagnóstico y detectar posibles lesiones asociadas, tales como lesiones del cartílago, lesiones meniscales y lesiones ligamentosas, entre otras.
¿Qué ocasiona la rotura del ligamento cruzado anterior?
La rotura del LCA produce sensación de inestabilidad y fallo en la rodilla, los pacientes habitualmente pueden caminar y/o realizar actividades de baja demanda para la rodilla, pero cuando quieren realizar deportes de pivotaje como fútbol, paddle, baloncesto, etc, refieren sensación de inestabilidad o fallo.
¿Cuándo se debe operar la rotura del ligamento cruzado anterior?
La cirugía del LCA esta indicada cuando el paciente note fallos o inestabilidad en dicha rodilla.
No se recomienda realizar actividades que reproduzcan estos fallos con un LCA roto, ya que se tiene una alta posibilidad de padecer lesiones asociadas, tales como lesiones meniscales o del cartílago, que agraven la enfermedad de la rodilla.
¿En que consiste la cirugía del ligamento cruzado anterior?
El tratamiento quirúrgico consiste en reconstruir un nuevo LCA, ya que actualmente no existen técnicas fiables para suturar el ligamento roto que hallan ofrecido mejores resultados que las técnicas de ligamentoplastia (reconstrucción de un ligamento).
La reconstrucción se realiza obteniendo un injerto que puede ser de tendones del propio paciente como isquiotibiales, tendón rotuliano (HTH), tendón cuadricipital o injertos de cadáver (aloinjerto). Cada tipo de injerto tiene sus ventajas e inconvenientes, los cuales el cirujano adapta a cada paciente en función de las características de este.
La cirugía se realiza mediante técnica artroscópica y consiste en realizar un túnel en el fémur y otro en la tibia, por los cuales se introduce y se fija el injerto, de tal forma que reproduzca el ligamento cruzado anterior.
¿Cómo es la recuperación?
- Durante la primera semana se debe realizar un reposo relativo para bajar la inflamación, es aconsejable usar una media de compresión para evitar la inflamación y una ortesis semirrígida en extensión para dormir y caminar, la cual se puede retirar cuando se esté en reposo con la pierna en alto. Es importante aplicar hielo durante 20 minutos cada 2 horas y tener la pierna en alto durante el mayor tiempo posible.
- Las muletas son necesarias durante las primeras 3-6 semanas en función del paciente y del dolor, pudiendo apoyar la pierna de forma progresiva según la tolerancia del paciente, salvo que su cirujano se lo prohíba de forma expresa.
- Una vez pasada la primera o segunda semana puede comenzar con la fisioterapia. Esta tiene como objetivo ganar movilidad en la rodilla, ganar fuerza en la musculatura, potenciar la propiocepción y permitir una marcha autónoma sin muletas.
- A partir de la cuarta o quinta semana podemos comenzar con ejercicios suaves de piscina y bicicleta, sin forzar y evitando cualquier actividad que sea dolorosa. Es recomendable aplicar frío tras la actividad.
- A la octava semana (2 meses desde la cirugía) la mayoría de los pacientes tienen cierta autonomía, pueden andar con muletas y conducir. En este momento se puede valorar comenzar a realizar carrera suave en cinta.
- A los 4 meses podemos comenzar a intensificar la actividad deportiva principalmente en ciclismo y natación, progresando en la carrera por terreno llano y regular.
- La reincorporación a deportes de contacto y de giro debe ser a los 6-8 meses y consensuada con su cirujano.
¿Cuáles son las complicaciones más frecuentes?
- Fallo de la plastia (Rerotura del LCA), se produce aproximadamente en un 4% de los casos y puede ser debido a distintos factores.
- Dolor anterior de rodilla, más frecuente en los injertos de tendón rotuliano.
- Lesión de la rama infrapatelar del nervio de safeno interno. Produce sensación de acorchamiento e hipoestesias en la cara anteromedial de la rodilla, suele ser transitoria debido al hematoma, sobre todo en casos de injertos con isquiotibiales.
- Infección, su incidencia es menor del 1%, aun siendo poco frecuente es la complicación más grave, se debe realizar una o más cirugías para realizar lavados de la articulación. En algunos casos puede ser necesaria la eliminación del injerto. Se debe sospechar de infección ante fiebre superior a 38ºC, dolor intenso en rodilla y derrame articular. Si es su caso póngase en contacto con su traumatólogo lo antes posible.
- Pérdida de movilidad tanto en flexión como en extensión, en algunos casos la pérdida de extensión se debe a la formación de tejido cicatricial en la parte anterior de la rodilla y precisa de una nueva cirugía para resecarse.
- Fracturas de fémur, rótula o tibia. Estos casos son muy pocos frecuentes.